Muchas veces, como en el negocio de los bienes raíces, la mitad del
valor de un edificio, cual sea su naturaleza, es la locación. He ahí que la
Torre 41, nuestra protagonista del día, sea tan particular. Sin desmedirnos en
los halagos, bien podría rayar en el portento arquitectónico por su ubicación a
un costado del Bosque de Chapultepec.
Antes de hablar del proyecto, bien vale dar alguna de sus
credenciales: Alberto Kalach es la mente detrás de todo el proyecto, mismo que
apenas tiene unos tres años de vida. Son siete pisos en total que son de uso
administrativo; solamente son oficinas, en otras palabras.
La innovación viene cuando sabemos que en la estructura se
prescindió de cualquier sistema de calefacción o de aire acondicionado y para
sustituirlo se echó mano de la bioclimática, que consiste en permitir la
circulación de aire de una lado al otro.
En cuanto a los detalles, a la terminación del edificio por dentro,
es bastante complicado de describirlo no porque haya mucho de qué hablar sino
todo lo contrario. También se omitió el uso de detalles en las paredes,
inclusive en el techo y en el piso se utilizaron materiales que rozan en la
simpleza. Mucha de la estructura está expuesta.
Pero eso no quiere decir que se vea mal hecho, pues la sola idea
implica que se ordenen los materiales de forma determinada para que una vez
concluido el proyecto se vea una armonía. Y el resultado es por mucho notable,
no solo se logra el cometido, sino que además éste tiene una sensación de
calidez.
La fachada no es menor en la ejecución: para mitigar el ruido que se
pueda padecer se ocuparon algunos jardines breves y un enorme mural acústico
que evita las distracciones. Desde arriba podemos que, en efecto, todo se trata
de la locación.
Elías Cababie Daniel
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