Hace seis años, la firma
de arte y arquitectura T3arc, que
dirige Alfredo Raymundo Cano Briceño, adecuó un espacio para un baño económico
y de poco espacio que necesitaba uno de sus clientes, al investigar opciones en
otros países, descubrió el trabajo del arquitecto Andreas Strauss, quien en
2006 recicló tubos de concreto para crear habitaciones económicas en
Ottensheim, Austria.
Con una pieza de 2.44 metros de diámetro y 3.50 de largo, solucionaron las necesidades de su contratante. El hombre quedó tan contento que decidió apostar por esta nueva tendencia y les pidió construir un hotel con 20 habitaciones hechas de tubo de concreto, en la colonia San Sebastián de Tepoztlán, Morelos.
Así nació, el concepto de
hospedaje en un predio de 220 metros cuadrados.
Para aprovechar mejor el espacio, crearon módulos de tres tubocretos de
manera aleatoria, respetando la zona arbolada para reducir la huella de
carbono, con maravillosas vistas a la Sierra del Tepozteco.
Pese a que cada tubo de
concreto reforzado con junta hermética pesa alrededor de 9.5 toneladas, en tres
meses la construcción estaba lista, sólo hizo falta una grúa, herreros y
carpinteros.
Las habitaciones son pequeñas,
apenas 9 metros cuadrados. Tienen una cama tamaño queen para dos personas,
sobre una estructura de MDF, una
lámpara, pequeño lugar de almacenaje bajo la cama, ventilador, red WiFi y
puertas de cristal con mosquiteros.
Eso sí, sus huéspedes
deben estar convencidos de compartir la cocina y las áreas húmedas que se
localizan en edificios adjuntos, los cuales siguen el
patrón de diseño con círculos. Incluso las mesas del comedor comunitario están
dentro de tubos insertados en el resto de la construcción.
El costo por noche de la
habitación más cara, para dos personas, en los tubos de la parte superior es de
900 pesos. Con ello se demuestra que la creatividad para usar viejos materiales
en nuevas aplicaciones es una acción ecológica y permite dar opciones de uso
más baratas.
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