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Thursday 24 November 2016

Universidad de Taroudant, volviendo a las raíces de la arquitectura marroquí

Marruecos suele ser un destino fascinante para cualquier visitante, tiene un toque exótico y místico que enamora e inspira a muchos, como al único premio Pritzker mexicano, Luis Barragán, quien después de su visita en 1951 retomó características de las construcciones típicas como los muros gruesos y las aberturas dosificadas.




La arquitectura marroquí mezcla estilos del África negra con los diseños islámicos, en palacios de un solo piso, abiertos en el centro y las habitaciones rodeando un ojo de agua, una fuente o algún otro detalle constructivo.

Eso fue lo que trataron de reinterpretar los arquitectos Saad El Kabbaj, Driss Kettani y Mohamed Amine Siana cuando proyectaron en el 2010 la Facultad Polydisciplinar de la provincia de Taroudant, al sur del país.



Pintada de colores tierra con sus claroscuros y austeridad, la obra de 20,511 metros cuadrados está organizada en torno a un riad central (jardín interior) que va de norte a sur: parte de una arbolada de argán y le da al usuario una vista de las Montañas Atlas.


Los distintos edificios del complejo son de baja altura, no superan los dos niveles, tienen torres acampanadas, cada uno cuenta a su vez con jardines interiores, pasillos y patios que le dan identidad propia, además de procurar el mejor ambiente para los estudiantes.


Finalmente, todas las construcciones se agrupan a los lados de esta calle interior que va cambiando de dimensiones a lo ancho, así como de apariencia; pero brinda ventilación natural, confort térmico y acústico a toda la estructura.


La Universidad de Taroudant es considerada una de las más bonitas del mundo por su integración al entorno y la calma que transmiten sus instalaciones. Sin duda es una excelente apuesta para el futuro arquitectónico del enigmático Marruecos, pero sin olvidar sus raíces.



Elías Cababie Daniel.

Por si te mandan lejos: Tubo Hotel Tepoztlán

Hace seis años, la firma de arte y arquitectura T3arc, que dirige Alfredo Raymundo Cano Briceño, adecuó un espacio para un baño económico y de poco espacio que necesitaba uno de sus clientes, al investigar opciones en otros países, descubrió el trabajo del arquitecto Andreas Strauss, quien en 2006 recicló tubos de concreto para crear habitaciones económicas en Ottensheim, Austria.


 Con una pieza de 2.44 metros de diámetro y 3.50 de largo, solucionaron las necesidades de su contratante. El hombre quedó tan contento que decidió apostar por esta nueva tendencia y les pidió construir un hotel con 20 habitaciones hechas de tubo de concreto, en la colonia San Sebastián de Tepoztlán, Morelos.

Así nació, el concepto de hospedaje en un predio de 220 metros cuadrados.

Para aprovechar mejor el espacio, crearon módulos de tres tubocretos de manera aleatoria, respetando la zona arbolada para reducir la huella de carbono, con maravillosas vistas a la Sierra del Tepozteco.

Pese a que cada tubo de concreto reforzado con junta hermética pesa alrededor de 9.5 toneladas, en tres meses la construcción estaba lista, sólo hizo falta una grúa, herreros y carpinteros.


Las habitaciones son pequeñas, apenas 9 metros cuadrados. Tienen una cama tamaño queen para dos personas, sobre una estructura de MDF,  una lámpara, pequeño lugar de almacenaje bajo la cama, ventilador, red WiFi y puertas de cristal con mosquiteros.

Eso sí, sus huéspedes deben estar convencidos de compartir la cocina y las áreas húmedas que se localizan en edificios adjuntos, los cuales siguen el patrón de diseño con círculos. Incluso las mesas del comedor comunitario están dentro de tubos insertados en el resto de la construcción.



El costo por noche de la habitación más cara, para dos personas, en los tubos de la parte superior es de 900 pesos. Con ello se demuestra que la creatividad para usar viejos materiales en nuevas aplicaciones es una acción ecológica y permite dar opciones de uso más baratas.

La ópera de la Bastilla en París, un contra punto de modernidad.

París y su incalculable patrimonio arquitectónico nos regala una obra digna de celebración y arte contemporáneo al este de su planicie,  “La ópera de la Bastille un trabajo al detalle y al encanto que hace brillar  al décimo segundo barrio de la capital francesa, obra que logró ver la luz a finales del siglo XX bajo la dirección, visión y estilo del arquitecto Uruguayo Carlos Ott.



Importancia sin igual para su creador y el pueblo francés, esta magnífica obra es parte de un estilo arquitectónico contemporáneo que juega con nuestros ojos al verla postrada entre los techos haussmanianos, esa magia única y ese estilo de un París de ensueño para lograr con esto un contra punto entre los estándares del siglo pasado, una recinto que refleja  al futuro  con un antecedente  contundente celebrar el bicentenario de la toma de la bastilla.
  
Contemplar  la esencia de esta construcción  y  la  transparencia de su fachada que resalta e impone frente a sus visitantes y habitantes que a diario circulan por la explanada de la bastilla ubicada justo enfrente es sentirse parte de ella, uno puede sentirse un cómplice visual al instante. 


Como parte de su construcción e imagen Ott  utilizó  los mismos materiales tanto al exterior como al interior logrando con esto una magnifica experiencia visual y envolvente para la ciudad. 


La “Opera del pueblo” como se menciona en sus visitas y por los amantes de la capital es catalogada como una obra maestra del ingenio tecnológico, ya que   sus 2700 plazas perciben una acústica homogénea, sus 5 escenarios móviles, sus asientos tapizados de negro y cada uno de los detalles que podemos observar  crean un contraste tanto con sus muros de granito como con el impresionante techo en vidrio.


Este solido edificio curvo y acristalado forma parte de las obras de este gran referente uruguayo de la arquitectura que entre sus obras más representativas podemos encontrar la plaza de la libertad en Buenos Aires y el National Bank de Dubai. 

La “ópera de la bastilla” es sin duda una obra que marca un estilo en la forma de concepción de este tipo de teatros. 


Elías Cababie Daniel.

Nuevo Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York

La arquitecta japonesa Kazuyo Sejima, ganadora en 2010 del premio Pritzker de arquitectura y su socio Ryue Nishizawa, de la firma Sejima and Nishizawa and Associates (SANAA), fueron los diseñadores del Nuevo Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York que se inauguró en el 2007.



El edificio de 54 metros de alto, 21.64 de ancho y 34.33 de largo, ubicado en el 235 de la calle Bowery, en la zona del bajo Manhattan, parece una pila de siete cajas rectangulares desalineadas, cubiertas con una malla de aluminio anodizado, sin costuras que viste el edificio como si de una sola pieza se tratara, no permite distinguir ni siquiera las ventanas y lo convierte en un objeto luminoso en el paisaje urbano.

La intención de esa escultura irregular que destaca en el entorno pleno de edificios pequeños es aprovechar al máximo el espacio, ganando unos metros con cada desplazamiento, pero esto también permite la entrada de luz solar y ventilación a cada nivel, proporcionando una atmósfera distinta a la de otros museos monolíticos y oscuros.


Los visitantes acceden por el vestíbulo revestido de cristal de 5 metros de alto, una pantalla serpentina de metal lo divide con el almacén del museo. El Lobby en la primera planta es visualmente abierto, ahí los visitantes deciden si suben por elevador o escaleras a las cuatro galerías públicas que se encuentran entre el segundo y cuarto nivel de la construcción, en las que se dispone de 1096 metros cuadrados para exposiciones.


En el quinto piso está el Centro de Educación; las oficinas en el sexto y el salón de usos múltiples en el séptimo. Estas plantas tienen terrazas y desde ellas se pueden apreciar hermosas panorámicas del paisaje urbano.

También cuenta con una sala de teatro para 182 espectadores cómodamente sentados, en el sótano de la edificación.


El interior del museo da la sensación de espacioso y ligero gracias a las superficies y techos blancos, así como a su diseño libre de columnas pues la estructura de acero de los muros perimetrales soporta cada planta.

El siempre sorprendente Museo Guggenheim de Nueva York

Uno de los recintos culturales más impactantes de Nueva York es, sin duda, el Guggenheim: desde su fachada cilíndrica de concreto que parece girar hacia el cielo como un remolino; las paredes curvas del interior que con el pasillo perimetral suben en espiral para formar un imponente vacío de 28 metros de altura, a través de las siete plantas del edificio, hasta la cúpula de cristal que adorna el techo del inmueble.



Es un diseño que aún hoy sorprende a los visitantes y en 1943, cuando lo propuso el precursor de la arquitectura orgánica, Frank Lloyd Wright (1867-1959) fue sometido a las más severas críticas.

Inspirado en un zigurat mesopotámico, que contenía un espacio principal amplio, de gran altura e iluminación, rodeado de una rampa helicoidal continua; Wright creó el “Templo de la No Objetividad”, manejando la iluminación cenital que consideraba era la mejor para mostrar las obras de Picasso, Marc Chagall, Paul Klee, Kandisnsky, Gleizes, entre otros. Sumado a la inclinación de las paredes que mostraría las pinturas en el mismo ángulo que en el caballete del pintor.


Ante tanta innovación, con una obra que rompía la estructura habitual con líneas rectas de los edificios neoyorquinos, tanto la comunidad arquitectónica como la artística protestaron ante lo que consideraban un monumento a su autor y no un museo auténtico.

Pese a la oposición, Solomon Guggenheim y la condesa Hilla Rebay Von Ehrenweisen, directora de la colección, consiguieron un espacio adecuado para la construcción en la 5a Avenida y la calle 89, frente al Central Park de Nueva York. Finalmente, la obra fue inaugurada el 21 de marzo de 1959, unos meses después de la muerte de su autor.


En reconocimiento a la aportación que Frank Lloyd Wright hizo a la arquitectura mundial, además de recordar los 150 años de su natalicio, el Museo de Arte Moderno de Nueva York presentará una retrospectiva de su trabajo en el 2017.



Elías Cababie Daniel.

“El Ojo de Horus”, regalo ecológico que Naomi Campbell no disfrutó.

Vladislav Doronin quizá no sea un nombre muy conocido en occidente, además de ser ex novio de la top model de ébano, Naomi Campbell; se trata del magnate ruso de mayor influencia en el ramo inmobiliario. De 1993 a la fecha ha construido 61 edificios (22,860,000 metros cuadrados), sólo en Moscú.  


Doronin está acostumbrado a invertir en megaproyectos diseñados por los arquitectos de mayor prestigio, por eso pensó en obsequiar a su entonces pareja un suntuoso refugio ecológico en la Playa de Cleopatra, Isla Sedir Adassi, Turquía. 

Esta casa es un  diseño holístico del arquitecto español Luis de Garrido, que tiene la forma de “El Ojo de Horus”, “el que está completo” o “el que todo lo ve”; aunque en este caso debe ser el que todos ven, pues por su tamaño la obra puede observarse desde el espacio. 


La residencia es una cúpula multinivel de acero, revestida con vidrio esmaltado, los cuales permiten el ingreso de la luz solar todo el año, lo cual es controlado por persianas movibles y un sistema de ventilación cuya electricidad es generada por paneles fotovoltaicos y dispositivos geotérmicos, que gracias al verano turco la hacen autosuficiente. 


En el interior hay cuatro niveles, incluido el sótano, cuyas ventanas quedan por debajo del nivel del agua de las albercas laterales que simulan la esclerótica del ojo.  

Las 25 habitaciones, entre ellas cinco salas se distribuyen en los primeros dos pisos. En el nivel superior tiene una terraza llena de árboles y plantas desde la cual se puede ver el Mediterráneo.  

Además cuenta con un depósito enterrado para almacenamiento de aguas pluviales con una capacidad de 25,000 litros; los líquidos residuales son tratados por método biológico, filtrados y almacenados.  Para el consumo obtienen el agua de acuíferos subterráneos, después la filtran y purifican. 


Con la idea de crear una casa autosuficiente también en sentido alimentario básico, “El Ojo de Horus” tiene granja y huertos en las inmediaciones.  




El mega proyecto Puente Bahía Acapulco

Pese a que muchas obras que intentan ganar espacio al mar fracasan, la ambición del hombre por dominar la naturaleza no cesa. De cuando en cuando aparecen nuevos aventureros que proponen otras formas de lograrlo. 

En el año 2010, los jóvenes arquitectos Esteban y Sebastián Suárez del despacho Bunker Arquitectura (BNKR) presentaron ante los gobiernos municipal y estatal, la idea de construir una estructura multifuncional que uniera de punta a punta la Bahía de Santa Lucía. Conectándola también con la Costera y la carretera escénica.
  




El Puente Bahía de Acapulco se construiría sobre el mar a lo largo de tres kilómetros, con una altura de 207 metros. Además de crear una nueva vía para aliviar los problemas de tránsito del destino turístico, también se aprovecharía para diseñar espacios de viviendas, comercios, parques, jardines, oficinas y bicisendas que recorran el enorme techo verde que tendría la ciudad. 

Para edificar el proyecto formarían islas artificiales cimbradas al fondo de la bahía, las cuales sostendrían los pilotes de las estructuras de acero y cemento en forma de torres triangulares con las que se construiría la base del puente. Esta zona podría ocuparse como muelles públicos y privados. 

La idea de que el puente sea habitable obedece a necesidad de que la obra sea rentable pues tiene un costo de mil millones de dólares y la construcción tardaría una década. Razón por la cual se vuelve un proyecto difícil de realizar sólo con apoyo gubernamental y la participación de particulares es indispensable. 

En el país no existen antecedentes de una obra como la que plantea BNKR, el puente más largo que se ha construido es el atirantado Baluarte Bicentenario que se localiza en los límites de Durango y Sinaloa, Autopista Durango-Mazatlán, que mide 1124 metros de largo y no es multiusos. La apuesta por el proyecto es grande y aún no hay jugadores en la mesa.  


Elías Cababie Daniel.

Aria Resort & Casino

La obra del arquitecto de origen argentino, pero hoy ciudadano estadounidense César Pelli, el Hotel Aria Resort & Casino redefinió el horizonte de Las Vegas, Nevada, con sus 183 metros de altura y 961,100 metros cuadrados de construcción, cuando fue inaugurado en diciembre de 2009. 

El proyecto del también diseñador de las famosas Torres Petronas de Kuala Lumpur en Malasia, que se encuentra en el corazón del City Center de la “ciudad del juego”, se compone de dos torres curvilíneas contrapuestas que forman un centro abierto, construidas principalmente con acero y vidrio.  




 En la base está el casino, en el cual los amantes del juego disponen de 14,400 metros cuadrados iluminados con luz natural, gracias a los grandes ventanales de la construcción. El Centro de Convenciones abarca tres pisos, en total 52,500 metros cuadrados. 

Otro de los grandes atractivos es el teatro para 2,000 personas, donde  habitualmente se presenta el Cirque du Soleil. Aunque es difícil pensar en Las Vegas como un lugar de trabajo, dispone de 274,320 metros cuadrados de oficinas.  


Para relajarse y divertirse las opciones son mayores: el área de Spa ofrece 62 salones de tratamientos, 15 restaurantes, bares, discotecas, barberías, gimnasios y dos áreas de estacionamientos, una de ellas subterránea de casi 13 pisos. 


El hotel ocupa 400 metros cuadrados, ofrece 4,000 habitaciones, entre ellas 568 suites de lujo y 50 cabañas de diseño construidas en torno a 3 piscinas principales. En cada una cuenta con un sistema automatizado  que cuando se pasa la tarjeta para abrir la puerta saluda al huésped por su nombre, recuerda y programa las preferencias de temperatura, luces o persianas para su comodidad. 

Aria Resort & Casino trabaja con base en la luz natural, por lo cual se convirtió en el edificio más grande de los Estados Unidos que obtuvo la calificación LEED Gold, incluso recibió el premio en energías renovables, el 14 de diciembre de 2009. 
  

Elías Cababie Daniel.
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