Si yo te digo
la palabra “elevador”, ¿qué es lo primero que salta a tu cabeza? Quizá uno
donde personas suben y bajan. Qué pensarías ahora si te dijera las palabras
“elevador de barcos”.
Yo tampoco
daba crédito hasta que mis ojos lo vieron, pero al momento de hacerlo, entendí
por qué los críticos alaban en materia arquitectónica y de ingeniería a la
Rueda de Falkirk en Escocia, una obra que combina ambas ramas de una forma
eficaz y sorprendente.
La rueda
ayuda al barco a cruzar un desnivel de casi 24 metros en solo tres minutos,
para que las embarcaciones puedan circular de forma fluida. Este es un elevador
rotativo que permite 180 grados de movimiento único en el mundo que permite
atravesar el Canal Forth and Clyde y llegar al río Clyde en Glasgow.
Desde el
punto de vista de la ingeniería, y según la revista, Maravillas de la
Ingeniería, la rueda, con un diámetro total de 35 metros funciona a la
perfección al tener “brazos” opuestos que se extienden 15 metros a partir del
eje y están situados a unos 25 metros uno del otro sobre un eje de 3,5 metros
de diámetro. Dos canastas o cajones diametralmente opuestos, con capacidad de
300 metros cúbicos cada uno, llenos de agua, se encuentran en el centro de cada
orificio de los brazos. Estos cajones a medida que el gran brazo gira sobre su
eje horizontal suben gracias a los rodillos que se ajustan a las medidas de los
barcos.
Sin duda
alguna, la obra representa un acierto en cuestión calidad, creatividad e
ingenio que se fusionaron y dieron como origen una joya de la ingeniería
moderna.
Elías Cababie Daniel
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