Los acueductos siempre me han parecido una pieza de ingeniería
sublime, su edificación y estructura imponen a quien las mira, su utilización
en materia de progreso representó en su momento un gran avance en el desarrollo
y cimentación de una ciudad, región e incluso un país.
El Acueducto de Segovia, fue un legado del colosal imperio romano, y
es hoy en día considerado por los críticos, una de las mejores creaciones de
ingeniería civil en España.
El propósito de la obra fue transportar agua de la zona de la Sierra
a la provincia de Segovia, y se interconectaba por distintos puntos que
repartían el líquido vital al gran imperio por medio de 167 arcos de piedra
unidos sin ningún soporte externo más que por lo que podríamos decir un
equilibrio de fuerzas de forma magistral.
Para su edificación en el lejano siglo II, los ingenieros y
arquitectos romanos se basaron en un estudio del terreno, sus posibles
desniveles, y el andar del agua. Fue un trabajo de suma perfección pues siglos
después el acueducto ha formado parte del paisaje urbano de la ciudad como un
elemento digno a considerar.
El tiempo no transcurre, sus arcos permanecen intactos y con la
modernidad del pleno siglo XXI en materia urbana y dentro de la región, el
Acueducto de Segovia se mantiene como un gigante del pasado que se niega a caer
y que pinta de nostalgia un paisaje pleno.
Elías Cababie Daniel
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