Desde el punto
de vista de la ingeniería, un ferrocarril representó un nuevo paradigma en la
historia del mundo. Después surgieron nuevos trenes que rompían las barreras de
la velocidad o generaban nuevos estándares de comodidad y lujo.
Pero qué hay de
esos gusanos de hierro que por años han pasado a formar parte de la imagen
cotidiana de una nación. Que por el peso que tienen en el ADN de una nación no
mueren sino que reviven como el fénix de las historias de cuentos.
Su ruta
principal se inauguró hace más de cien años, un siglo de tradición donde el
mundo lucía diferente. 1904 y con un apogeo por la nueva forma de
transportarse, el ferrocarril transiberiano vio la luz del sol y se convirtió
en el único convoy capaz de atravesar a la ya extinta URSSS, conectar con
Mongolia, China y Corea del Norte todo en una misma ruta.
Lo valioso de
este ferrocarril es que después de 102 años sigue en pie, a pesar de las
inclemencias del clima clásicas de la región, las distintas guerras que han
sucedido a la región o la independencia de las repúblicas socialistas, esta
maquinaria sigue fuerte, como un emblema de la determinación y aplomo de sus
creadores.
Es importante
mencionar que según cifras oficiales, el recorrido de más de 9 mil kilómetros,
atraviesa siete husos horarios diferentes, y ha sido remodelado en infinidad de
ocasiones pues a pesar de las nuevas tecnologías y formas de transporte, este
gusano de acero inquebrantable continúa siendo una importante fuente en el
desarrollo del país al transportar cerca del 30 por ciento de sus
exportaciones.
Como un gran
admirador de la ingeniería en obras que perduran con el tiempo, el gran
ferrocarril ruso sin duda es una pieza que no pasa de moda.
Elías Cababie
Daniel.
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