Esta semana, que
se celebra el día del maestro, no podíamos pasar por alto el festejo y hacer un
breve y significativo homenaje hablando del sitio en el que muchos de nosotros
pasamos la mayor parte de nuestra jornada, esto sucede sobre todo conforme uno
se acerca al final de la vida universitaria. Lo más sencillo hubiese sido escoger
uno de los edificios con más historia y tradición en su haber, pero no vamos a
enfocar en un Aulario.
Al principio de
esta década, en Las Palmeras, Región Metropolitana de Chile, se tuvo que dar
solución al problema que empezaba a ser el número de alumnos que se tenía en
cada salón pues desde lo más básico uno puede darse cuenta de que es, por decir
algo, anti pedagógico.
Así que los
encargados de este lugar, Jorge Marsino, María Inés Buzzoni, Diego Achurra,
todos ellos de Marsino, se enfrentaron a cuestiones de este siglo
completamente. La responsabilidad era mayor porque se ponían frente a
necesidades muy diferentes a las que antes se tenían de modo que empezaron
prácticamente desde cero.
La zona en la
que están ubicados los aularios es un lugar abierto, por lo que era menester
aprovechar tanto el sol como se pudiera por lo que se pusieron paneles que
dejan pasar tanta luz como una ventana pero
están habilitados para captar la luz y convertirla en energía limpia.
ELÍAS CABABIE DANIEL. FOTO DE LOS
AULARIOS CHILENOS
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Dentro de las
aulas, los techos son altos y se aprovecha la madera, tanto en el mobiliario
como en las paredes y el piso para dar una sensación más acogedora. Pero
también se le quitó la solemnidad que tienen los campus de más tradición,
puesto que la entrada recibe al estudiantado y a los maestros con coloridos
murales que rompen el equilibrio que mantienen los muros de color gris.
Este nuevo
recinto pone nuevos estándares de lo que debe ser una escuela.