San Pedro de Atacama, en el camino a Pukara, región
desértica de Antofagasta al norte de Chile, se encuentra uno de los mejores
hoteles no urbanos del mundo, según National Geographic, Alto Atacama desert lodge & spa.
Construido con total respeto a los cerros rugosos y antiquísimos que lo rodean, así como los colores tierra, con un concepto de pueblo solitario, su creador el arquitecto Francisco Guerrero desarrolló una edificación de un piso, inteligente, con terrazas tipo inca, que en forma semiespiral recorre los espacios. Las columnas y ventanas alargadas de la fachada siguen las ondas y ángulos del valle de Caterpe y la Cordillera de la Sal.
Sus 42 habitaciones casi de tipo monástico, que no tienen
televisión ni teléfono, están orientadas hacia el jardín interior que la
paisajista Verónica Poblete diseñó con flora local y piedras de la zona, con
las cuales conecta las seis albercas, un jacuzzi al aire libre y el Spa, diseño
de la arquitecta Ignacia Salas.
La iluminación merece
mención aparte, pues es acertada y no invasiva, las luces tenues de los
pasillos permiten disfrutar de las noches más claras del planeta, mientras que
en las habitaciones se puede ajustar al gusto del huésped pero siempre
incitando a la tranquilidad y el cuidado.
Para decorar los
interiores del hotel, como parte de los compromisos de sostenibilidad y
compromiso ecológico se usan muros, cojines, alfombras, lámparas y esculturas
fabricadas por artesanos locales con materias primas del lugar.
Visitantes y diseñadores
coinciden en que el mejor momento para disfrutar de las vistas del hotel es el
atardecer, cuando se ilumina de los colores rojizos de los cerros cercanos y
parece más fundido con el paisaje. Mejor aún si se acompaña con una buena copa de vino chileno en mano
y las aguas termales de una de sus albercas.
Elías Cababie Daniel.
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